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miércoles, 17 de octubre de 2012

Alegoría de la caverna



La verdad, no entiendo nada.
Intentar comprender al ser humano es indignante.
Uno podría pensar que si uno aprende, investiga, lee, observa, analiza, critica, estudia; debería empezar a entender un poco mas. En mi caso es todo lo contrario: cuánto mas sé, menos entiendo y mas me indigno.
Quisiera decir basta y aceptar las sombras en la pared de la caverna que todos estamos condenados a ver, pero lamentablemente es un viaje sin retorno, porque ese saber implica ser conciente de lo maravilloso que es ahí afuera, de lo inmenso, de lo inimaginable, del potencial que nos espera si todos tenemos la capacidad de soltar estas cadenas que nosotros mismos nos hemos puesto que nos retienen y permitimos y ayudamos a que todos puedan soltarse.
Me indigna el pensar que la gran mayoría acepte las tristes y grises sombras de nuestra realidad actual, del mundo en que vivimos. Tan acostumbrada está la mayoría, que incluso muchos se esfuerzan para que a nadie (incluidos ellos mismos) se le ocurra ni siquiera sospechar de que otra realidad podría ser posible, con tanto éxito que incluso esa mayoría ha perdido la capacidad de cuestionar, cuestionarse y hacer algo para eso cambie. Es triste ver como incluso la alegoría de la caverna es tan precisa que hay personas que se violentan o hasta llegan a matar si alguien les habla de esa otra realidad que podría llegar a derrumbar todo lo que creen y a modificar esa escala de valores tan distorcionada en que la mayoría vive hoy.
Por momentos soy optimista, porque sé que hay otros como yo que trabajan para buscar la manera de reactivar esta capacidad innata que tiene el ser humano por intentar aprender, entender evolucionar y crecer, que es en realidad la mas poderosa de nuestras capacidades y que tan adormecida y atontada está en el mundo de hoy.
Pero otras veces, cuando veo a la gente en discusiones infructuosas que no son mas que pulseadas intelectuales para saber quién la tiene mas grande; cuando veo juicios, prejuicios y condenas; cuando veo la hipocrecía y el cinismo de izar banderas morales; cuando veo apatía y desinterés por el otro; cuando veo hambre, violencia, guerra y muerte; cuando veo el egoismo y la competencia desmedida; cuando veo el saqueo, la explotación y la destrucción de la tierra y de la humanidad; cuando escucho a aquellos que se creen conocedores de la verdad; ahí me doy cuenta lo lejos que estamos de soltarnos y ser libres verdaderamente; y me indigno; y me entristezco.

Y aquel que por casualidad lea esto y piense que lamentablemente el mundo es así; que la única alternativa es adaptarse a lo que hay; que los intereses de algunos impiden que el mundo sea un lugar mejor y no tenemos otra alternativa; que siente que para cambiar hay que ir en contra de algo o de alguien; que crea que las instituciones, los gobiernos, la ideologías, las leyes, las creencias son necesarias para organizar a la sociedad; que crea que hay gente buena y gente mala; que crea que hay víctimas y responsables; que prefiera cuidar su pequeño ranchito a trabajar para cuidarnos a todos; que crea que existe una naturaleza humana estática e invariable; que sienta que es libre... A ese le digo que lamentablemente todavía mira pasar las sombras en la pared y sigue reforzando sus cadenas y las de los demás. Porque si eso no fuese así, hoy estaría igual que yo y no entendería nada; y estaría tan indignado y triste como lo estoy yo. Y entonces, verdaderamente, tendríamos la capacidad de soltarnos y podríamos volver a mirar el sol y la luz que nos espera ahí afuera recuperando la libertad para buscar nuestro propio destino.